1.- ¿De qué modo el ofrecer respuestas oportunas a crisis como la que estamos viviendo puede ayudar a forjar liderazgos en empresas y organizaciones?

El liderazgo es el talento para influir decisivamente en los demás, desde la autoridad  moral, la credibilidad y el ejemplo personal. Cuando superemos el Covid 19, en uno o dos meses, el liderazgo no volverá a ser lo que era, porque el virus nos ha mostrado nuestra vulnerabilidad, es una gran lección de humildad. Esto quiere decir que la globalización tiene un riesgo, que la tecnología resulta hoy imprescindible y que el talento superior se organizará en ecosistemas híbridos, en verdaderas plataformas. El coronavirus ha sido un «examen sorpresa» del capitalismo tardío y la democracia del espectáculo, que demuestra por ejemplo que la selección es «seducción» para atraer a los mejores.

 

“Muy pocas organizaciones cuentan con la madurez digital y el liderazgo para dejar que sus profesionales, desde el empoderamiento real, se relacionen con sus clientes y les aporten valor”

 

2.- En una situación como ésta, han sido muchas las firmas que han optado por promover el teletrabajo. ¿Crees que cuándo esto haya pasado, esta fórmula se mantendrá en el seno de muchas organizaciones?

En nuestro país estamos observando tres escenarios respecto al mal llamado «teletrabajo». A muchas compañías esta crisis sanitaria les ha pillado «con el pie cambiado» y tendrán que hacer ERTEs porque no se sienten capacitadas para atender a sus clientes en la lejanía. Peor si cabe es el «telepostureo», utilizar las tecnologías (en la mayor parte de los casos, las propias de las personas: su móvil, su ordenador, su wifi y no las de la empresa), para seguir trabajando desde la desconfianza, la jefatura y el presencialismo (esta vez, en línea): jefes que convocan reuniones interminables por Skype o teams para «asegurarse de que todo va bajo control», monólogos poco efectivos.

Finalmente, muy pocas organizaciones cuentan con la madurez digital y el liderazgo para dejar que sus profesionales, desde el empoderamiento real, se relacionen con sus clientes y les aporten valor. Muy pocas instituciones académicas pueden mantener las clases con sus alumnos, muy pocas administraciones pueden servir al ciudadano sin que éste tenga que pasar por sus oficinas. Recuerdo debates en empresas sobre si debían dejar a sus trabajadores teletrabajar algunos días: ha venido el lobo y les ha pillado.

 

3.- Últimamente señalas que la unión adecuada de tecnología y talento es ideal para abordar los retos que surgen en las organizaciones empresariales. ¿También el teletrabajo debe cuidar estos aspectos? ¿Son necesarios para que esta fórmula sea eficaz?

Fijémonos en la diferencia. «Trabajo» proviene de «Tre.palium» (tres palos), instrumento de tortura durante el Imperio Romano. Históricamente han «trabajado» los esclavos, los siervos, los proletarios… y ahora lo harán los robots (29% de la actividad económica en 2018 y 42% en 2022). Teletrabajar es seguir trabajando desde lejos. Tecno-empleo es emplear nuestro talento (poner en valor lo que sabemos, queremos y podemos hacer) con la tecnología como trampolín.  El salto es espectacular. No se trata de llevar el modelo de la fábrica (‘Tiempos modernos’ de Charles Chaplin) a casa, sino actuar de forma radicalmente diferente. Un salto exponencial de respeto, dignidad, aprovechamiento del potencial y aprendizaje.

 

“El miedo es más contagioso que la pandemia”

 

4.- En uno de los artículos publicados recientemente en tu blog hablabas sobre el hecho que quedarnos en casa puede ser aprovechado para reorientar relaciones con nuestros clientes y hacerlas más fructíferas, ¿de qué modo?

Es curioso que en una situación en principio más eficiente de gestión de nuestro tiempo (no tenemos que dedicarlo a desplazamientos, a viajes en coche, tren o avión) muchos profesionales no lo aprovechen para estar más y mejor en contacto con sus clientes.

La clave está en la CONFIANZA, con mayúsculas. Si la relación con el cliente era una mera transacción, el tiempo en casa es tiempo perdido, porque no hay confianza suficiente entre cliente y proveedor. Si hay confianza, y no digamos compromiso mutuo, disponemos de las herramientas (whatsapp, skype, email, teams, etc) para co-crear soluciones. No es cienciaficción, es la diferencia entre un escenario y otro. Puedes llamar por skype a una persona de confianza, a un amigo, pero no de buenas a primeras a un desconocido.

 

5.- Algunos expertos dicen que es tan importante gestionar el avance de la pandemia como el miedo en la sociedad. ¿Qué lecciones o valores crees que podremos extraer a nivel social de esta situación?

El miedo es más contagioso que la pandemia. Miedo contagiado por ciertos medios de comunicación (por la falsa creencia de que «el morbo vende»), ciertos políticos en su afán electoralista y ciertos pseudoexpertos con afán de divismo. Miedo no sólo a sufrir el Covid, sino a perder el puesto de trabajo (cuando la empleabilidad es una responsabilidad) y a llegar a tener cuatro millones de parados más en España, miedo a no cobrar, miedo a una recesión aún peor que la de 2008 (se habla de que cada semana en casa nos cuesta el 2% del PIB). 

Frente al miedo, la iniciativa y la responsabilidad, es necesario coger el toro por los cuernos y aportar valor. Dejar de sufrir como víctima y sentirnos protagonistas de nuestra propia vida. Conectar con nuestros seres queridos, estén en casa o fuera. Aportar valor desde la gratitud, la generosidad y la solidaridad, que son las cualidades más valiosas en este nuevo tiempo. Dejar de sufrir por lo que nos falta y ser felices por lo que tenemos, que es mucho. No se trata de ser «happy-flowers» sino optimistas inteligentes, que afrontan la realidad y actúan en consecuencia. Está científicamente comprobado que las personas inteligentemente optimistas viven por término medio 12 años más que los demás. Es un seguro de vida por más de una década.